"Huevos Guaymenses"

Fecha: 5 de noviembre de 2006

Distancia (kms): 21.1

Paso: 6'26”/km

FCP (Puls/min): 145

Ruta: Estero del Soldado

Clima: despejado, fresco

Kms en la semana: 42.20

Kms totales en entrenamiento: 221.57

Promedio durate entrenamiento Km/sem: 36.93

Divagaciones:

Fue una carrera muy rica, comenzando con la salida del sol, me gusta mucho esta ruta. Yo creo que en la semana, un día que no me toque correr, madrugaré para venir a tomar fotos de la ruta al amanecer.

La verdad es que corrí con mucha calma, sin prisas, pero al final me pusé loco en la última colina, la que está entre Tinajas y el Delfinario, la más alta de la ruta. Generalmente al llegar ahí, después de haber corrido más de 19 kms, bajo el ritmo y la subo repitiendo en mi mente “es la última subida, tu puedes, es la última...”. Ahora me sentí fuerte y aceleré el paso, “a ver que tan bien la aguanto”. Pues la aguanté muy bien.

Regresé a la casa, Rebeca me recibió con un “¿Porqué no te llevas contigo a correr a los pájaros?”, desde las 7:00 la desperatron.

Pero para mi fue una gran fortuna que la desperataran, me preparó un gran desayuno. Una tortilla frita en aceite, encima una capa de arroz y encima un huevo estrellado, luego yo le pongo encima salsa de chiltepin. Mmmmmmm, pruebenlos, se los recomiendo, creo que es un buen desayuno para después de una corrida, una buena cantidad de carbohidrátos y proteínas. Yo los llamo “huevos guaymenses”, ya que hasta hace poco pensaba que era algo que se usaba aquí, pero resulta que más bien es algo de la familia de mi mujer que de Guaymas. Pero seguiré llamándolos “huevos guaymenses”, ya que “huevos Tirados” puede tener algún otro tipo de interpretaciones.

Una gran parte del resto del día me lo pasé armando el escritorio nuevo de Rebeca. Desde hace ya algún tiempo muchos muebles los compramos para ensamblar en casa. Ahora encontramos este en Guaymas, la verdad me costó más trabajo armarlo de lo que yo pensaba. En parte porque los diagramas no estaban nada claros y en parte porque las piezas se ensamblaban unas con otras con las piezas de metal “normal” y con unos taquetes. P%#*&s taquetes, para que entraran se tendría que golpear con fuerza, pero hacerlo con la mando sería buscar una lesión (lo sé porque fue mi primer opción) y usar un martillo lastimaría el mueble, dejando marcas visibles. Por fortuna encontré el truco. Poner un cuaderno entre el mueble y el martillo.

Por fin lo conseguí y después de pelearme horas con las piezas acabé el ensamblajé del mueble. Terminé empapado en sudor.

Quité todo del escritorio viejo, lo instalé en el nuevo y le hablé a Rebeca.

“Pero ahora todo quedó muy amontonado”, fue su comentario.