martes, noviembre 14, 2006

P#%&+e Santander-Serfin, once more, y sin agua

Fecha: 14 de noviembre de 2006

Distancia (kms): 10.55

Paso: 6'49”

FCP (Puls/min): 139

Ruta: Camino a Tinajas

Clima: Fresco, despejado

Divagaciones:

Pues por fin creo que ya controlé las carreras lentas, ya no me tengo que preocupar por estar viendo en mi monitor que no me acelere, así que las estoy disfrutando. Fue una carrera sin contratiempos.

Llegué a la casa, me preparé mi desayuno, un gran licuado de frutas. Pusé el café y en eso estaba cuando bajó Rebeca. Le preparé el café, y se preparó para ir a su spinning.

Me fui a bañar, un baño muy rico, pocas cosas tan buenas como un buen regaderazo después de correr.

Acabando bajé por un café y me fui a y sacar pendientes de pagos y esas cosas, es increible que todo se puede hacer por la computadora. En eso estaba cuando me encontré una nota junto a la computadora, recordándome que tenía que hablar al banco Santander para lo de la tarjeta mexicana. ¿Recuerdan la historia?, sino aquï está.

Pues resulta que a finales de octubre me hablaron del banco avisándome que mi tarjeta ya estaba esperándome para recogerla. Le expliqué a la señorita que yo no quería la tarjeta y por todo lo que había pasado. Así que le dijé que no la iba a recoger. Entonces me enlazó con otra señorita, me imagino que a alguna oficina en el D. F., para que diera de baja la tarjeta. Una vez más le expliqué toda la historia, y que quería cancelar la tarjeta. ¿Que creen?, la srita no la canceló, me explicó todas las grandes virtudes de la tarjeta y me dijo que iba a esparar dos semanas para que lo pensara. Me di por vencido y le dijé que luego me comuicaba para cancelarla.

Pues el sábado se volvieron a comunicar del banco, preguntando que cuando recogería la tarjeta. Le expliqué al cuate que marcó que no la quería y, una vez más le conté toda la historia. Este cuate se compadeció, pero me dijo que él no podía cancelar la tarjeta y me dio un teléfono para que hablara el lunes. Me aseguró que no habría problemas.

Ayer, la verdad, ni me acordé, así que ahora que vi la nota, agarré el teléfono y marqué ,un número 800. Me soplé la grabación de intrucciones, como siempre acabé con la duda de cual era la opción adecuada, “¿marcaré el cero o el dos?”

Yo no sé porque esas máquinas me ponen nervioso, así que me presioné y marqué la primer opción que se me ocurrió. Contestó la grabadora con el clásico, “por el momento todos nuestros ejecutivos están ocupados, en un momento lo atenderemos”.

En eso llegó Rebeca y subió a bañarse.

Por fin me contestó una señorita y le expliqué todo el problema. Su respuesta, “Sr Soberón, lo voy a enlazar al menú original y marque la opción 2, allí lo ayudarán”.

Así que de regreso al principio, otra vez el menú, rápidamente marqué la opción 2, y me contestó una voz: “por el momento todos nuestros ejecutivos están ocupados, en un momento lo atenderemos”

Por fin me contestaron, un señor, “¿en que puedo ayudarle?”, así que una vez más la historia. Estaba por acabar cuando me interrumpió, “pero la Tarjeta mexicana tiene muchas ventajas”. Ya en un lenguaje no muy cordial le dijé que no quería su tarjeta, que no la había solicitado y que en definitiva no la quería.

Entonces me dijó que él no podía cancelarla, que me pasaría con un ejecutivo que lo puidera hacer, que no colgara.

En eso estaba, cuando una figura se me paró enfrente y dijo solo 3 palabras.

“¡NO HAY AGUA!”

Me encontré en una encrucijada, si colgaba para ver que pasaba con el agua iba a perder todo el camino andado, y yo sentía que ya estaba cerca de llegar con quien pudiera cancelar la tarjeta. Pero por el otro, no hacerle caso a Rebeca que venía de sudar de su ejercicio y necesitaba prepararse para ir al boliche era meterme en un muy garve problema marital.

De verdad que me gustaría conocer al inventor de los teléfonos inalámbricos, me salvó la existencia. Me cambié de teléfono y mientras esperaba que me respondiera el ejecutivo adecuado. Fui a buscar mis herramientas, bajé al patio.

Sr. Soberón, disculpe la espera, me dicen que quiere cancelar su tarjeta de crédito”. Mientras abría la cisterna para ver el nivel de agua le dije que se trataba de una tarjeta que yo no había solicitado y no quería.

Cerré la cisterna, estaba hasta el tope.

Fui a ver si no se había botado el "switch" donde está conectado el hidrocel.

Pero para que se le haya otorgado la tarjeta Ud. debío haber estado de acuerdo de que se le tomaran los datos”. Así que le expliqué como fui acosado desde las 7 de la mañana un sábado, hablando cada 15 minutos, hasta que pasado el medio día accedí a que me pasaran por el grabado de voz.

No, el "switch" estaba bien, de todos modos le di una apagada y prendida y nada. Fui al hidrocel a ver si el “automático”, así le dijo el último plomero que lo había revisado, estaba bien.

Bueno señor Soberón, pero la tarjeta que le otorgamos tiene las mejores características de seguridad”. “No me importa no necesito otra tarjeta, por favor cancelela”. Le respondí.

El desarmador que bajé no me funcionó para abrir la tapa del “automático”. Así que subí a la casa a buscar otro desarmador.

¿Ya encontrasté que es lo que pasa?”, me preguntó Rebeca. “No, aún no entiendo que no funciona”, le respondí. La voz en el teléfono me dijó, “Sr. Soberón todo funciona muy bien”. “No, no es a Ud., ¿me cancela la tarjeta? “, “Pero Sr. Soberón, con la tarjeta de crédito le estamos extendiendo un créditopor $90,000”. “Yo no pedí ningún crédito”, le respondí. “¿Pediste un crédito?”, preguntó Rebeca. “Yo no pedí ningún crédito”, repetí para que escucharan los dos.

Por fin encontré el desaramador, de nuevo para abajo a revisar el “automático”.

Venía saliendo de la terraza cuando escuché la voz en el teléfono, “Sr. Soberón, yo creo que no debe Ud cancelar su tarjeta de crédito”...

Me paré, tomé aire, Rebeca hacía señales de que me calmara, y le pregunté al ejecutivo del banco: “¿Qué Ud. no habla español?”. El pobre titubeo y me dijo que por supuesto hablaba español, “Entonces, ¿que parte no entiende de CANCELE MI TARJETA?”.

Ya estaba yo abajo camino al hidrocel cuando el susodicho entró en razón, “esta bien Sr. Soberón, apunte el número de folio en el que estoy cancelando su tarjeta”. Por suerte nunca solté el papel donde estaba el teléfono y traía mi pluma.

Colgué, abrí el automático y lo revisé.

Regresé a la casa, Rebeca me esperaba. “¿Entonces?”.

¡¡Por fin lo arreglé!!”, le dijé.

¡¡¿Ya hay agua?!!”, preguntó.

No, no hay agua, hablalé al plomero, pero por fin cancelé la tarjeta”.

Al final resultó que el “automático” se había quemado y se tuvo que cambiar.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ja Ja Ja !! Que divertido !! me alegraste la noche

Anónimo dijo...

A nosotros nos esta pasando algo similar pero con unas mentadas tarjetas CIE o algo asi de tan rapido que hablan ni le entendi, pero ni le pregunte porque me agarraron en medio de mi comida, y me pidieron el numero de tarjeta departamental o de credito, le dije que era la "chacha", han estado llame y llame todo el santo dia de la Cd. de Mexico, al ver en el identificador de llamadas de donde proviene ya mejor ni contestamos.
Que ganas de fregar!!!
LdeT

Anónimo dijo...

Memo, excelente dinamica de narracion. Maravilloso. Ya quisieran muchos escritores dar con ese hilo conductor. Adelante
A.E.Urena