Entré a su vida, hace como 33 años, sin pedir permiso, digamos que me colé, para
fines prácticos ni Rebeca lo sospechaba en aquel entonces, yo tampoco.
Aunque algunas pruebas me pusieron.
Si no como
explicar que en mi primer visita a "checar tarjeta" apenas subiendo
las escaleras se asomara un niño, como de 5 años, y, a grito pelado, exclamara:
"TU TE VAS A CASAR CON REBECA".
Como quiera que
haya sido siento que Beto, me agarro cariño desde entonces.
Algunos años después
el vaticinio del niño de la escalera, Armando, se cumplió y Rebeca y yo nos
casamos.
Un par de años
después Rebeca y yo decidimos ir a vivir a Guaymas.
El trato con Beto no solo
fue más continuo, sino más intenso, para fines prácticos me integró a su vida
como otro hijo y yo así me sentí.
Horas y horas de
conversación.
En gran parte mi
amor a Guaymas se lo debo a él. Es curioso, una visión pesimista de nuestro
Puerto, que no siempre compartí con él, pero siempre él viendo que podía hacer
por Guaymas. No había más que sugerirle su participación para que se apuntara.
Ya comenzaba con problemas de salud pero ahí andaba haciendo
gestiones para que la antigua cárcel de Guaymas se transformara en museo.
Siempre gustoso de
una buena broma, le daba risa cuando al decir Rebeca alguna barbaridad lo
volteaba yo a ver y le decía: "conste que así la recibí", y, en un gesto
muy suyo, hacía un violín cuando remataba yo: "y ya no creo que me acepten
devoluciones".
Como decía arriba,
siempre sentí que me dio un trato especial.
El viernes, que
revisaba sus papeles para poder rentar lo antes posible sus almacenes, me encontré
algo, que me sorprendió. Una hoja de promoción, de 1984, sobre un libro quepublicaría la UNAM ese año sobre ecología de comunidades estuarinas y delagunas costeras. Donde yo era coautor de un capítulo, una de mis primeras
publicaciones.
Sin duda me hará
falta Beto.
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